Algún día tu corazón te pedirá que frenes, tirará de tu cuerpo con todas sus fuerzas y tratará de evitar que caigas en el vacío más absoluto; algún día tu cerebro se rebelará ante esas drogas dañinas camufladas de mensajes de amor que le estás mandando continuamente, y empezará a transformarse en el humo que te fumarás más adelante en cualquier cigarro regalado por cualquier otra persona. Algún día tus piernas se pondrán en tu contra y empezarán a correr para alejarte de todo este mal que se va adentrando en tu vida con tu mayor consentimiento, y te darás cuenta de que el silencio resulta más agradable cuando lo escuchas tú sola. Algún día tus lágrimas caerán, se derramarán desde tus ojos para lanzarse a la gran piscina que formarán bajo tus pies, te ahogaran por un momento en el cual descubrirás que tus pulmones tienen una capacidad un poco mayor a la de esa cajetilla que te fumas cada día, para después dejarte respirar y asimilar que el mundo es un lugar un poco más jodido de lo que tus pastillas de colores te habían hecho creer.

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