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19 de mayo de 2018

Parece, que solamente escribo cuando me duele la vida y diría que es un hecho y no una hipótesis si no fuera porque cuando me quiero y quiero al mundo también lo anoto, pero para mi, que no me gusta poner celosos a mis monstruos con el amor que profeso hacia otras fieras. Diría que cuanto más me sonríe la vida, más extraña me parezco y no es por que padezca un síndrome de Estocolmo hacia la pena, que a lo mejor si, pero es que a veces busco tanto que no me deja descansar esta fatiga que me retiene y a lo peor, me convierto en una criatura egoísta. Qué absurdo, ridículo ser humano que busca perderse en la inmensidad del infierno cuando no soporta vivir entre las sombras. Cállate, duérmete, emigra al sur del universo y olvida de una vez las cadenas que te asfixian el cerebro.

8 de noviembre de 2017

Hoy soy un barco.
Un velero a la deriva en un océano de plata.
Un polizonte en la brillante inmensidad del reflejo del universo.
Una gota que se hunde en el espejo del alba.
Un náufrago.
Un náufrago en el epicentro de un tsunami que amanece, que explota, que nace y emana.
Una hoja bajo la sombra de una tormenta en erupción.

Una duda.
La niebla que mira al faro en busca de aquello que llaman "la luz divina".
Y que no es otra cosa que una llamada desesperada a las pobres almas perdidas que ansían la salvación.
La frustración del capitán cansado de la vida, hastiado de la monotonía de los susurros del mar en calma.
Y la falta de una mujer en su cama en cada una de las noches vacías.

Soy valentía.
Un submarino de la antigua Unión Soviética, vigilado por el marine y situado en el punto de mira.
Un grito desubicado en el eco del sueño de una noche de verano, fría.
El viento que ruje y brama y que mueve la enorme masa de la mar en su agonía.
La brújula que redime al pirata y le aleja de los fantasmas de sus pasadas vidas.

Soy ira.
La ira que altera la conciencia del mapa y esconde el tesoro sin conocer su orientación.
La furia que emanan las voces al cielo y que canta el marinero cuando suena su canción.
Porque hoy soy un barco,
soy un naufragio en una isla desierta en la que cada día brilla el sol.
Hoy soy un barco, perdido en la vida, pero qué paraíso me espera, qué paz la que me llena y me rebosa en el corazón.


10 de julio de 2017

Cada uno tenemos nuestra propia realidad construida por las mentiras que nos contamos cada noche y cuyos pilares se basan en las esperanzas que rozamos con los dedos cada vez que la balanza se inclina a nuestro favor.

Cada uno de nosotros buscamos, en esta realidad personal, aquello que creemos necesitar y, sin embargo, nos conformamos con eso que sentimos merecer.
Nos decimos felices cuando no reconocemos los sentimientos que se nos manifiestan en silencio, al igual que tratamos de manipularnos de manera que las decisiones que tomemos parezcan, ya sean correctas o no, fruto de nuestra propia cosecha, elaboradas y tomadas por una mente maravillosa.

Cada uno pensamos que, a nuestra manera, somos buenas personas. Que juzgar sin querer ser juzgados resulta corriente entre los seres humanos y que una mentira de vez en cuando no es más que eso, una forma inocente de ocultar una parte de la realidad.
No somos santos pero actuamos siguiendo una serie de razones ¿Cierto? Y no es que nosotros tengamos un problema, es que los de al lado no son capaces de entender la cantidad de asuntos que nos afectan en cada momento, porque siempre, siempre, encontramos una excusa para cualquier equivocación.

Cada uno de nosotros fallamos a la hora de amar a nuestros seres queridos y todo, porque somos incapaces de querernos a nosotros como es debido. Nos refugiamos en nuestras debilidades y finalmente reclamamos a los demás unas respuestas que siempre nos acaban pareciendo insuficientes.


Para todos, para cada uno de nosotros, la vida resulta compleja y, pese a mi propia naturaleza, considero injusto quejarnos tanto por lo que tenemos, como por lo que no. Considero que hoy por hoy nada es eterno y, a fin de cuentas, nadie más que nosotros puede encargarse de solventar nuestros problemas, de controlar esa falta de cordura que nos hace sentir humanos cada día y de conseguir que, dentro de nuestra propia realidad, seamos capaces de ofrecer al resto eso que a nosotros nos gustaría recibir.

13 de mayo de 2017

Vivimos en un mundo donde está bien politizar todo, dónde se mantienen viejas luchas sin conocer a veces su sentido.
Donde se juzga a una persona por sus creencias, por sus ideales, por su sexualidad y no por ser, bueno, simplemente persona.
Donde la televisión nos muestra a mujeres como ganado y se normaliza.
Donde las redes sociales sirven para comercializar cada aspecto de nuestra vida. Donde Gran Hermano a alcanzado nuestros teléfonos y ahora nosotros también retransmitimos en directo.

Donde está bien vestirse de una forma pero no de otra. Dónde llevar maquillaje es bueno, donde llevar maquillaje es malo. Donde debes seguir las nuevas tendencias y también tienes que ser diferente, aunque luego se señale al diferente y al que sigue las tendencias.
Un mundo donde no se debe valorar el dinero pero luego la gente se muere de hambre. Donde cada año sale un iPhone nuevo pero aún no se ha desarrollado una cura contra el cáncer.

Un mundo donde se ataca a cualquier religión no por sus valores, sino por la imagen que se representa. Y donde tampoco parece comprenderse que no tener dios ni religión no es ninguna pena.
Donde damos la cara por causas nobles que no llevamos a la práctica. Donde nos colgamos medallas si actuamos bien, pero si lo hacemos mal no afrontamos las consecuencias.

Donde estar gordo está mal, donde estar delgado está mal, donde tienes que ir al gimnasio y comer sano pero no demasiado, que si no te obsesionas.
Donde animamos a las niñas a ser modelos y a los niños a ser futbolistas. Dónde si no te gusta la fiesta eres un raro pero si te gusta demasiado eres un vago. Donde una mujer es "puta" a ojos de las propias mujeres y donde si sales a la calle en falda te arriesgas a recibir... ¿Piropos? Aunque bueno, si eres hombre ni se te ocurra usar una falda.

Donde las oportunidades escasean y se han creado clases para separar bien al que se encuentra en la cima del que está debajo. Y donde la suerte no se reparte por igual en todas partes.
Vivimos en un mundo donde todo tiene que tener un sentido, una dirección.
Donde la educación se ha pasado de moda y donde nunca se ha llevado el respeto mutuo.
Donde nos discriminamos los unos a los otros y abogamos por unos valores que no nos representan.
Un mundo donde la doble moral nos dirige y donde llevamos la hipocresía por bandera

9 de diciembre de 2016

Es curioso cómo a veces somos capaces de recordar imágenes como si de fotografías se tratasen...

A veces hablo demasiado, lo se, y muchas veces parece que no pienso lo que estoy diciendo. Como si mi cerebro se limitase a unir ideas a mucha velocidad sin calcular completamente los resultados. Como si no prestase atención a lo que sucede o me hubiese aislado en cualquier divagación de alguna fracción de mi pensamiento.
Por suerte o por desgracia, esto es parcialmente cierto, pues no siempre escucho lo que me están contando y no siempre me interesa lo que me están diciendo.

Pasa que, mientras navego en alguna de mis ideas, siempre acabo colapsando con cierto tipo de muro que me frena el paso y me concentra en un agujero del que me resulta muy difícil salir. Y es que, es curioso cómo a veces somos capaces de recordar imágenes como si de fotografías se tratasen, ¿cierto? Y esas imágenes, se nos pueden llegar a repetir cientos de veces hasta que conseguimos encontrar ese click que nos explica la razón más profunda del problema, del asunto, de la cuestión.
Resulta que yo soy una gran aficionada a proyectar todas esas pequeñas películas una y otra vez delante de mis ojos, por morbo o por nostalgia, quién sabe; y me aíslo hasta sumirme en un profundo silencio interno.

Hoy ha sido uno de esos días de pensar y de ordenar en atípicas carpetas mi cabeza, y he visto lo cansada que estoy de conocer la carcasa de tanta gente y a tan pocas personas que te abran las puertas y te inviten a entrar, He visto mi hastío por esa hipocresía que muchos llevan subida a la espalda y que tapa sus oídos mientras deja a sus bocas hablar. He visto lo harta que estoy de que ocultemos realidades con un dedo, de que pixelemos la vida y censuremos verdades; de que no pueda tener un mal día porque deba ponerle buena cara al primer estúpido narcisista que se me acerque para interpretar el papel de su vida, dirigido y protagonizado por su ego (y todo esto sin la mano negra de los prejuicios antes de hablar, que quede en acta). Y también, lo agotada que estoy de ser catalogada como X cada vez que abro la boca.
En mis fotografías he visto muchas caras que hoy por hoy se han quedado en eso, imágenes intermitentes en mi cabeza. He visto palabras que no debía haber dicho e impulsos que me llevaron a algún punto del que ya prácticamente no me acuerdo. 
He visto muchos errores y cómo me han convertido en lo que soy ahora. Y he visto cómo han pasado los años y lo poco que han evolucionado algunos pese a ello. 
He recordado veces en las que prometí que no volvería a tropezar con la misma piedra, y exactamente hoy he vuelto a repetir sentimientos que según dije había dejado atrás.

Y he visto lo fugaz que es un momento, la brevedad de nuestros días y lo efímero que puede resultar el ahora. Y me he recordado que algunos no estamos hechos para complacer a nadie, para limitarnos ante la alegría, el odio, la furia o la pasión; para arreglar los pedazos de algo que se rompió hace mucho tiempo, ni para compadecernos de nosotros mismos. 
No estamos hechos para sentir aquello que se nos impone, ni para oprimirnos en un bucle de aprobación social y conformismo.
Algunos no sabemos decir sí cuando nos piden que callemos, ni sabemos sonreír cuando nos piden que mintamos.
Porque no somos las ovejas de ningún rebaño, no somos ovejas, "somos los cuervos que criasteis y hemos venido a sacaros los ojos".

7 de diciembre de 2016

Soy
una persona incapaz de conseguir un hábito, un ser soñador y de grandes expectativas; trabajadora, aunque de atención intermitente; luchadora pero con cierta desidia por la vida.

Soy la calma antes de la tormenta, y a veces la tormenta también. La búsqueda del que nada encuentra, frases y frases tachadas en miles de trozos de papel.

Soy duda, titubeo, recelo, temor; soy todas las veces que quiero y no puedo, y las que puedo cuando prefiero esperar a algo mejor.

Soy a veces racionalista y otras un poco empirista. Soy locura, soy cordura, soy deseo y apatía,
soy todo lo que pienso pero jamás haría, y aquello que más deseo aunque jamás lo diga.

Soy la memoria que se me escapa cada vez que recuerdo algo nuevo y los millones de veces que me choco con la misma esquina. Soy el caos que se esconde entre todos mis zapatos y todas las mentiras que me cuento para sentirme tranquila.

Soy mi cabeza en ebullición, soy todas mis neuronas vacías. Soy la nada que lo abarca todo; soy tanto y a veces tan poco que me atormenta esta asfixia; soy un nudo en la garganta a veces y otras muchas soy todo valentía.

Soy ruido, desorden, caos, lucha, ira; la explosión de una granada y el calor de una hoguera. Y soy calma, soy silencio y sosiego, e incluso paz; soy aire y a veces vuelo (para caer de nuevo).

Soy mil millones de contradicciones, soy indecisa y estoy llena de enormes inseguridades que me buscan las cosquillas.

Pero también soy una bomba, soy coraje, un tsunami que arrasa hasta donde los ojos ya no ven. Soy deseo, fuerza, valentía, y soy todo aquello que deseo ser.

17 de agosto de 2016

Buenas noches Agosto.
Aquí estamos otra vez, los dos, esperando a que el otro se decida a mover primero.
Amenazando y rescatando, a partes iguales, a esa reina que se exhibe juguetona ante la sombra del destino del magnífico león, o peón, acechando zalamero.
Recordando que hace un año el aire que acaricia mi espalda parecía menos fresco, menos dulce, en la ironía de mi Granada que arde cada mañana cuando despierta.
Asimilando que hace una semana estábamos más lejos y a la vez más cerca de lo que quizás jamás hayamos estado de tirar la toalla por la borda, y cuenta nueva. 
Entendiendo que siete cielos más tarde el corazón ha vuelto a ganarle la batalla a los delirios de mi cabeza, que danza y vuela desnuda en cuanto la razón y la vergüenza le dejan.
Parece que ahora, a la una de la mañana, sean las tres, o las cinco, o las doce de la noche incluso. Y que ni tú ni yo hayamos sido capaces de controlar lo único que siempre se nos termina escapando de las manos, que es la espera.
Hoy, en este momento, me pregunto si todavía te preocupas por mi, o si realmente te herí tanto que has sido capaz de manchar en tu mente mi cara con carbón y hacer un borrón con cada una de mis letras.
Y a veces también, me pregunto si sigo siendo la persona que creí ser durante tantos años, y que ahora me resulta tan lejana y tan extraña que me siento incapaz de determinar si realmente soy, fui o era.
Sé que mis pies siguen estando fríos, mientras mi corazón caliente desespera. Sé que la fuerza se me escapa por la boca y que mis manos carecen de voluntad o paciencia. Sé que soy débil en silencio y que nunca nadie deberá saberlo más allá de mis barreras, así que Agosto escucha lo que pienso y por favor no me juzgues por los sueños que me atormentan.
Hoy, me duele el alma, y aparece esa rima fácil que se anuda a mis dedos como lazos de seda, y me siguen costando los finales, y se siguen escapando las ideas.
Y me sigues doliendo tú, cada día, en cada sombra, cada mañana que te anhelo sin respuesta.
Y me sigues inspirando en la noche, y me sigue faltanto el aire de mi tierra.
Aún se me resiste el sueño, todavía la noche me desea, pero ahora Agosto me despido, no te duelas, pues es sabido que los lobos escapamos para aullarle a la luna llena.

8 de mayo de 2016

A veces pienso que paso los días vacíos buscando que llegue el alba
y soy consciente de que me pierdo los gestos que el viento me manda,
y sin pena ni gloria los vuelvo segundos quebrados que esperan un mismo mañana

Entiendo que es culpa mía y solo mía esa pausa que se crea en el espacio 
cuando ni una palabra escribo, cuando ni un sólo grito lanzo.
Cuando nada sucede y mi mundo interior colapsa o se olvida
de que tiene voz y voto y alas para abrazar la vida.
De que tiene ilusiones en la boca y en la lengua su única salida.

No se qué pasa que las frases se me eternizan y los puntos se me resbalan;
los ojos me pesan, las piernas no avanzan,
una sopa de letras se conforma en mi cabeza con versos, 
y yo me enreverso en mis propias cábalas.

Y pasa que en las tinieblas de mi silencio, en la parte más oscura de mis entrañas 
tengo una musa cautiva que me guarda los secretos, 
tengo una diosa encerrada que empequeñece cada vez que se apaga.

10 de marzo de 2016

Ayer decía..

Estoy agotada,
estoy jodida y la vida me pesa.
Se me acelera el corazón
y me manda un mensaje diciendo
que despierte un rato y le coja la llamada.
Y me acosa,
pide a voces auxilio y mi contestador le desata,
se queda en espera continua hasta que llegue una ambulancia.
Y se calla,
por fin el teléfono se calma.
El latido incesante amaina
y parece que el cielo le apresa.
Agoniza,
le duele en el centro de su pequeña alma
y me asfixia ahí mismo, en el filo de mi minúscula caja.
Y esto de que la inspiración no te llega,
y pasan meses y sigues esperando
y los años se avecinan
y no sabes cuantos siglos llevas comprobando ese reloj que ya no anda.

Pasa que te sientes una brújula desorientada,
y que has dejado de notar esos vacíos legales que dejaron su cuerpo,
que ahora el aire no huele a rosas, ni a azufre, ni a nada
y que no sabes como continuar escribiendo tu cuento,

Sucede que los días se hacen largos y que de pronto la noche se lanza,
que te falta vida, que te sobra sueño (y sueños)
y que tú sigues intentando encontrarle el equilibrio a la jodida balanza.

Pasa que a pesar de las deudas
apuestas fuerte por caballos que nunca ganan
y luego vuelves, con la cara deshecha,
y una mano delante y otra detrás de la espalda.

Que resulta que siempre se te antoja esa piedra
con la que te dejas la boca en la calzada
o que te da igual que te muevan los planetas
si la luna te llama y te mira preocupada.

Sucede que te crees Attila el Huno
pero tienes ese don que dónde apuntas, fallas.
Y que no buscas una guerra que no sea la tuya,
ni quieres matar con la paloma de la Paz en la espalda.

Resulta que te pierdes, que nadie te busca,
y que todo lo que llega si te roza la boca estalla.
Y que no quieres compasión, que no quieres poetas,
que solo buscas refugiarte en una cama.

Pasa que los ojos te pesan y que son muchos los motivos que te atrapan,
y que quieres romper las cadenas sin alicates ni hachas,
y pasa que subes las manos y tomas la vía rápida:
enciendes el mechero y dejas que el techo arda.