Desde pequeños nos enseñan eso de "nunca juzgues a un libro por su portada" y pese a ello nos deleitamos señalando a la gente por la calle y seleccionando delicadamente a quien queremo a nuestro lado y a quien no , siempre dependiendo de nuestros intereses ó ideas ya fijadas acerca del contrario.
Nos encanta la sensación de realizar una buena acción, y no por el hecho en si, si no por aparentar que somos como angelitos caídos del cielo que vamos haciendo el bien ayá por donde vamos, que cruzamos abuelas en los pasos de cebra y cedemos el asiento a las embarazadas en el autobus... JA, me río yo de esos angelitos que más que caídos parecen haberse estrellado de bruces contra el asfalto, y que vuelan vagando por ahí sin saber como llamar la atención.
Adoramos criticar y mirar de arriba a abajo a aquellos que pasan a nuestro lado, y aunque apreciemos la forma de pensar de alguien o una decisión tomada en un momento dado, si la otra persona no es de nuestro parecer, o amiga, o amiga de nuestros amigos(como nos gusta generalizar a veces), le llevaremos la contraria nos cueste lo que nos cueste, y tendremos que quedar por encima, ya que se empieza una discusión se acaba triunfante.
Nos horrorizamos con lo diferente pese a que vamos de modernos y liberales, y no seremos tan liberales cuando no respetamos la opinión contraria ya sea por conservador o por estrafalario nunca estaremos de acuerdo.
Nos inflamos anunciando nuestros éxitos y agachamos la cabeza cuando fallamos, nos reímos del que sufre por ser débil sin saber que así solo estamos maquillando nuestro propio miedo, o sabíendolo, realmente nos da igual. Nos acusamos y apuñalamos por la espalda en todo momento, y no pensamos o mejor, pensamos muy poco, pues para ser la especie dominante aún nos seguimos comportando como simples animales.
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