No te susurra el ayer pese a que te coman la oreja los recuerdos. No es la incertidumbre del qué pasará, ni el miedo a fallar tras haberlo arriesgado todo.
No son los obstáculos los que se interponen en tu camino como piedras con rodillas, no es ni siquiera la falta de fuerza la que te hace agachar la cabeza y exprimir cada mortificante idea en tu cerebro.
No es la falta de orgullo, ni la falta de escrúpulos, no es que no tengas los huevos necesarios.
No te han atado las manos en ningún momento y no hay clavos que te atraviesen desgarrándote desde el centro de los pies.
No hay nadie que trate de hacerte sentir como una diminuta partícula de polvo y si lo hubiese, al menos no consiguen obtenerlo. Y no hay ninguna lija perfilando tu garganta, ninguno de los gritos ahogados tienen nada que ver con ello. Pues aquello que te impide crecer es el sentimiento de ser insuficiente, y te aseguro que nadie es merecedor de ser alejado de sus propios sueños, ni siquiera si es uno mismo el que se hace el boicot.
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