Miedo, mucho miedo de quedar como una estúpida, de decir algo de lo que luego puedas arrepentirte, de quedarte perdida en el mundo que abren sus ojos cada vez que te miran.
Confusión por no saber si estás yendo o viniendo, por no saber que harás cuando lleguen la tarde, por no saber si al encontrártelo tus piernas temblarán y harás que se mueva el suelo, por no saber si es el oxígeno o su aliento el que te da la vida.
Tratar de perderte en un silencio infinito o de aguantarte la risa cuando empieza a cantar con esa pésima voz que te encanta, esa misma pésima y absoluta e irresistiblemente profunda voz que te eriza la piel con cada frase que se escapa de sus labios, con cada beso que lanza a alguien que no eres tú.
No saber si te dará el cielo o te prometerá estrellas que no llegarán nunca, no saber si todos esos piropos son ciertos o una red infinita de la que al final no saldrás de su mano, no saber si el cielo es más azul ahora o es su sonrisa la que ilumina cada segundo que pasa a tu lado, no saber si es un regalo o el peor dolor que tendrás en la vida.
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