Ni las mejillas coloradas por el roce del frío, ni el castañeo de los dientes, ni el dolor de huesos matutinos; no lo son las ganas de volver a mi cama, ni el deseo de regodearme en la vagancia, ni la necesidad de "un buenos días" a las 3 del medio día, ni el ansia por salir corriendo a donde sea. No es porque me ilusione ver las gotas de rocío, ni porque sea una enamorada de los amaneceres, ni porque me vuelva loca el despertar de la ciudad llena de alboroto. La razón por la que me levanto cada mañana, el puto único motivo que me hace sacar energías de donde no las hay para empezar el día aún pareciendo un zombie es saber que al verte todo el frío que mi cuerpo pueda sentir empezará a ser sustituido por pequeñas burbujas de calor que subirán por mi barriga, que cuando te escuche mi cabeza sabrá exactamente hacia donde girarse para encontrar a aquel que la reclama y que entonces todo ser volverá a sonreír desde lo más profundo.
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