me aprovecho de la noche para contarle mi vida en verso,
para mirar al suelo y callar por no tener motivos por los que alegrarme,
por los que entristecerme.
Para coger y pedirle al cielo que me regale una estrella,
una solo,
y que la firme con su estela y como tela
borde en mi las mil y una caras diferentes de la luna cada vez que me
secuestra
y me aleja del ruido que suspiran mis pulmones.
Y otro lunes mas, o miércoles con aires de domingo, o lo que sea,
no hay mal que por bien no venga y sin embargo
no entiendo en que lugar de las penumbras se encuentra la cruz de guía; o el faro; o la chispa que me encienda los dedos en lugar del cigarro y se oiga "adiós, ya nos veremos tarde o temprano"
Ahora ya no queda cerveza y no pierdo más la cabeza por un soplo de aire que por las cosquillas de tu boca en mis costillas.
Y me siento romántica esta noche de verano al fresco, que siempre acaba quemando, escuchando a Granada dormirse bajo el tic tac de mis manos.
Y me sirvo de un momento de pausa para mandar callar a mis demonios e inhalo, y de un trago me bebo todo el agua en el que me había ahogado. Y exhalo. Y me agarro el corazón para que no salga en busca y captura de nadie, para que no te siga y se confunda con cualquier esquina de mala muerte. Y pobre, las cadenas le presionan la caja torácica y nos conducen, a él y a mi, a una línea invisible donde los peores parecen mejores que el bueno.
Y pasa el tiempo dejando las horas vacías cuando olvidan el sonido del reloj y se me antojan muertas y ellas mismas mueren solas.
Decapitadas, exterminadas, asesinadas sin importar las consecuencias.
Y por un momento mi pecho salta y es ahora la indiferencia quien se amordaza y termina suicidando en un profundo, solitario y egoísta acto de cobarde valentía.
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